Estaba agotado, agotado hasta no poder más, por aquella larga
agonía. Cuando, por último, me desataron y pude sentarme, noté
que perdía el conocimiento. La sentencia, la espantosa sentencia
de muerte, fue la última frase claramente acentuada que llegó a mis oídos. (…)
…¿dónde me encontraba y cuál era mi estado?...
…se confundían en masa en mi memoria mil vagos rumores que sobre los horrores de Toledo corrían. Sobre estos calabozos contábanse cosas extrañas. Yo siempre había creído que eran fábulas; pero, sin embargo, eran tan extraños, que sólo podían repetirse en voz baja.
¿Debía morir yo de hambre, en aquel subterráneo mundo de
tinieblas, o qué muerte más terrible me esperaba? Puesto que
conocía demasiado bien el carácter de mis jueces, no podía dudar de que el resultado era la muerte, y una muerte de una amargura escogida. Lo que sería, y la hora de su ejecución, era lo único que me preocupaba y me aturdía. (…)
No había duda sobre el deseo de mis verdugos, los más despiadados y demoníacos de todos los hombres. (…)
Edgar Allan Poe.
sigo pensando en la misma pelicula...
ResponderEliminarmisteriosos los senderos de la mente que nos llevan a perseverar en causas perdidas...